miércoles, 10 de junio de 2009

Un feliz reencuentro


La loca influencia de este último mes parece que ya va remitiendo.
He estado como los nómadas todo el día con la maleta a cuestas buscando "mi sitio" y ya he desistido, estaba demasiado acostumbrada a sentir que el lugar donde residía era mio, mi espacio, aferrándome a esas ideas que dan ciertas seguridades, aunque he de reconocer que nada hay de seguro en ellas.
Ahora ya no me angustio con esta vida itinerante, todo lo que necesito cabe en una pequeña maleta y hasta me sobra espacio. Así que estoy en ese proceso de desprenderme de todo lo demás, de todos los libros que ya he leído y no volveré a leer más. De las cosas que me han regalado y conservo por sentimentalismo aunque yo jamás las hubiese elegido, todo ello lo estoy dejando atrás al igual que los recuerdos.
Creía que mi cámara se quedaría atrás en este proceso. Cuando tenía un poquito de tiempo la buscaba entre las cajas de cosas inútiles que empaqueté para la mudanza, pero no aparecía. Ya había perdido la esperanza de recuperarla, me lamentaba de las fotos de la ruta a la Cueva del Humo, no las había descargado todas.
La eché mucho de menos, especialmente porque estaba experimentando con ella de manera manual. Mi pequeña compacta, tan linda, ligera y discreta, mi fiel compañera de viaje y testigo de mis mejores momentos. Cuando la encontré no me lo creía, tras semanas de búsqueda estaba alli, en una caja que había mirado cientos de veces y no la vi hasta que no vacié la caja por completo.
Y para inmortalizar este feliz reencuentro que mejor que la foto del gigante drago de Pino Santo enraizado entre las rocas como colgado del risco.