domingo, 25 de enero de 2009

Invierno en Artenara



La niebla y las ramas desnudas de los árboles le daban una atmósfera de cuento de hadas al bosque, cubierto por una crujiente alfombra de hojas.





Las rocas estaban engalanadas con húmedo musgo y era fácil imaginar a elfos escondidos tras de ellas.



Todo emanaba una especial belleza y cualquier detalle despertaba mi admiración.

martes, 6 de enero de 2009

El día de reyes ya no es lo que era

Los días en los que era yo quien esperaba a que los Reyes Magos me dejaran regalos, las mañanas parecían más bulliciosas, desde las 8 de la mañana se oían niños jugando en la calle con sus nuevos juguetes: bicis, balones, camiones “Rico” (que me parecían enormes) con un mando de control unido al camión por un cable, patines… Sin embargo, ahora, la mañana del 5 de enero es más silenciosa, ya no hay niños en las calles jugando desde tan temprano.

Me sorprende cómo ha evolucionado la infancia y me hace pensar en el libro Bajo Presión de Carl Honoré, en el que habla del afán de los padres por controlar al milímetro a sus hijos, inculcando desde la más tierna edad el consumismo al proporcionarles todo lo que nos quieren vender (un niño puede ver en un año 40.000 anuncios), sobreprotegiéndoles y previniéndoles ante posibles riesgos. En muchos países, los gobiernos han prohibido actividades “¿peligrosas?” tales como las canicas, el juego de corre que te pillo o las peleas de bolas de nieve. Muchos niños con edades comprendidas entre los 8 y los 12 años nunca se han subido a un árbol porque sus padres piensan que es muy peligroso.

De modo que no es de extrañar que este día sea tan silencioso, los padres se sienten más tranquilos si los chavales están viendo películas en casa o jugando con la videoconsola, que si están viviendo aventuras reales, relacionándose con otros y enfrentándose solos a un mundo que consideramos demasiado hostil. Sin considerar que este mundo es producto de nuestro propio comportamiento, que todo esto es así porque lo hemos propiciado nosotros.

Pero no sólo se conforman los padres con controlar el ocio, también se obsesionan en marcarles el camino a seguir, decidir qué es lo que más les conviene, saturarles de actividades para encauzarlos en el camino que les han impuesto como meta. Y este exceso de actividad (colegio, deportes, idiomas, música…) más la presión de tener que destacar en todo para ganarse la aprobación de los padres genera mucho estrés.

Tal vez los niños de aquí duermen calentitos y con el estómago lleno, pero dudo que sean más felices, ni que estén sanos, porque además del estrés son propensos a alergias e intolerancias alimenticias y tal vez sean, como en los países más desfavorecidos, privados de su infancia, no por la pobreza, sino por el excesivo control de los mayores.


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http://www.elpais.com/articulo/portada/Papa/dame/respiro/elpepusoceps/20081012elpepspor_7/Tes